La ola de frío y nieve que ha azotado Europa incluso en latitudes poco habituales ha abierto todos los informativos, volviendo a poner sobre la mesa la tragedia humanitaria de las personas refugiadas. Temperaturas bajo cero, tiendas semisepultadas por la nieve, hielo y barro que agravan aún más la escasez de medios que padecen; imágenes y lugares –Lesbos, Chios…- que llaman a la puerta de la conciencia de Europa; nuestra conciencia.
Hace ya un año que gobiernos e instituciones europeas aprobaron los famosos cupos, que ni siquiera han cumplido pese a ser insuficientes a todas luces. A ello hay que añadir la durísima situación de los refugiados llegados a Grecia después y que se quedaron fuera de los cupos. Pudimos comprobarlo personalmente en la visita que realizamos hace unas semanas a Atenas, junto a la ONG Pasaportes para Siria, dentro de las gestiones conjuntas que estamos realizando para traer a Gipuzkoa a Amal y sus cinco hijos, que además de la guerra huyen también de una situación de malos tratos.
Estas personas viven inmersas en un laberinto burocrático, con el miedo de ser deportadas a Turquía y sin una salida viable, ni horizonte vital, ni perspectivas. Podría decirse que viven encerrados sin barrotes. Urge que la Unión Europea y los gobiernos se tomen muy en serio su situación, la pongan en primera línea de su agenda política, y establezcan mecanismos burocráticos para su acogida en distintos países, porque, tal y como lo demuestra el caso de Amal, su situación es insostenible. Estamos ante un caso, el de Amal, que refleja el bloqueo que viven miles de refugiados a día de hoy en Grecia –se estima que 50.000-.
Hoy mismo, el Lehendakari Iñigo Urkullu viaja a Roma para reunirse con la comunidad de San Egidio, premio Rene Cassin, con el fin de conocer de primera mano la experiencia del corredor humanitario establecido en Italia y estudiar posibles alternativas para la acogida de personas refugiadas, de cara a su aplicación en el estado español.
Confiamos en que esta acción sirva para clarificar aspectos legales que permitan dar una respuesta a estas personas, ya que, según pudimos comprobar de primera mano, en Grecia no hay ningún organismo público encargado de coordinar la gestión de los refugiados, y la obtención de visados se ve obstaculizada por la maraña burocrático-institucional. Hasta las personas que trabajan a pie de terreno desconocen en muchas ocasiones los pasos a seguir. No es, ni mucho menos, fácil.
Hay miles de personas víctimas de la guerra y la violencia con la mirada puesta en nosotros. Euskadi y Gipuzkoa tenemos los recursos preparados desde el año 2015, para abordar la acogida de refugiados y refugiadas que huyen de la guerra. Si los responsables al más alto nivel no asumen la responsabilidad que les corresponde, no nos quedemos nosotros también con los brazos cruzados y estudiemos alternativas de acción. Es en ese contexto donde hay que poner en valor la iniciativa del Lehendakari. Toda la suerte del mundo, toda nuestra colaboración, y mi deseo que el viaje a Italia resulte fructífero.