Euskadi se adentra en una campaña electoral inédita, por los retos que tenemos como pueblo, y por la apuesta que están haciendo los partidos políticos por personas que pertenecen a una nueva generación en un contexto de desafección política y auge de los populismos. Tenemos unos niveles de bienestar, cohesión social y calidad de vida que nos sitúan junto a los países más avanzados, una realidad incontestable si nos atenemos a los datos; y sin embargo, hay quien se empeña en trasladar el mensaje de que estamos en decadencia, haciendo crecer la desconfianza y la negatividad.
Hay problemas, claro, y desafíos urgentes que debemos atender en un contexto de incertidumbre. Muchos de ellos, por cierto, compartidos con las democracias más prosperas del planeta. Pero es momento de rebelarse ante el catastrofismo interesado de quienes quieren explotar la inquietud ante el futuro para obtener réditos políticos. Ante quienes azuzan la crispación, el enfrentamiento y la tensión, socavando la confianza de la ciudadanía en sus instituciones y en la democracia, debilitando los vínculos que nos unen, y minusvalorando los avances que hemos realizado durante décadas como sociedad. Confiamos en una Euskadi que siga funcionando como comunidad, con valores humanistas; que respete el pluralismo político y los derechos humanos; que ponga, desde la colaboración, las bases de un futuro sostenible para nuestros hijos e hijas en lo económico, lo social y lo medioambiental; y que rechace con firmeza los populismos y no se deje seducir por sus cantos de sirena, sean de izquierda o de derecha.
Las próximas elecciones plantearán la pugna entre dos trayectorias y dos formas de entender la política y nuestro país: una que ha sabido dar cauce, con sus aciertos y sus errores, a las aspiraciones de la mayoría social y política de Euskadi, representada por el PNV. Que ha favorecido el desarrollo de la industria, del autogobierno, de una red de I+D y de un sistema socio-sanitario y educativo que son referencia para muchos lugares del mundo. Logros que ahora hay que afianzar y adaptar a las necesidades de una sociedad más compleja y a los grandes retos que tenemos: la transición demográfica, la inmigración, el medioambiente, la vivienda, el futuro del empleo o el fortalecimiento del sistema de cuidados.
Cada nueva generación liderada por EAJ-PNV ha dado lo mejor para hacer avanzar al conjunto del país con nuevos sueños, con la convicción de que el futuro no está determinado y que hay que lucharlo, a la vasca, como siempre, con esfuerzo y trabajo. Imanol Pradales recoge el testigo de esa cultura política sin aspavientos, basada en la moderación, el rigor y el respeto a la sociedad que ha caracterizado a nuestro partido. Una cultura que no impone, que confía en una ciudadanía dinámica y plural. Que tiene la humildad para reconocer que queda mucho por hacer, la ilusión por mejorar, y la fuerza necesaria para presentar un proyecto de país para las próximas décadas. La nueva generación que representa Pradales afronta el reto de reconectar con esa parte de la ciudadanía descontenta, porque en la vida, y en la política, acabamos pensando lo que sentimos. Por ello, la primera tarea será gestionar las emociones sociales y políticas con sentido de responsabilidad y empatía, y con el bien común como elemento catalizador.
En el otro lado tenemos la cultura política representada por EH Bildu, que en su obsesión por desplazar al PNV ha hecho del ‘cuanto peor mejor’ su modus vivendi, reproduciendo de forma preocupante muchos de los vicios del populismo: sobreactuando, exagerando los problemas existentes, inventándose nuevos, y presentándose como la solución. Lanzando, desde la pancarta, a la sociedad contra las instituciones que, casualidad, ellos no gestionan –sus alcaldías son una balsa de aceite-. Asegurando, desde el adanismo, tener la receta mágica para desafíos complejos como los que tenemos en sanidad, los cuidados o el futuro de la industria. Erigiéndose como alternativa para revitalizar nuestro modelo socio-económico, cuando durante 40 años no ha hecho más que desacreditarlo por tierra mar y aire.
No se puede aparentar moderación en las instituciones mientras se promueven los ataques y los insultos en la calle. No es creíble actuar de una forma en Madrid, de otra en Nafarroa y de otra en Euskadi. El camino se demuestra andando, y hace falta mucho más que toneladas de marketing y apelaciones al modelo nórdico para encarnar la centralidad política y ser confiable. Unámonos para encontrar soluciones a los problemas que tenemos, pero no permitamos que nadie nos arrebate el orgullo colectivo por todo lo que hemos conseguido, ni nos lleve a la resignación. La política es implicarse, colaborar y participar. Decidamos cómo queremos avanzar en los próximos años. Confiemos y trabajemos por una Euskadi libre, creadora de oportunidades y referente en Europa: más próspera, cohesionada e igualitaria.
Artículo publicado por El Diario Vasco. Opinión. 2024-01-27