La ola de frío y nieve que ha azotado Europa incluso en latitudes poco habituales ha abierto todos los informativos, volviendo a poner sobre la mesa la tragedia humanitaria de las personas refugiadas. Temperaturas bajo cero, tiendas semisepultadas por la nieve, hielo y barro que agravan aún más la escasez de medios que padecen; imágenes y lugares –Lesbos, Chios…- que llaman a la puerta de la conciencia de Europa; nuestra conciencia.
Hace ya un año que gobiernos e instituciones europeas aprobaron los famosos cupos, que ni siquiera han cumplido pese a ser insuficientes a todas luces. A ello hay que añadir la durísima situación de los refugiados llegados a Grecia después y que se quedaron fuera de los cupos. Pudimos comprobarlo personalmente en la visita que realizamos hace unas semanas a Atenas, junto a la ONG Pasaportes para Siria, dentro de las gestiones conjuntas que estamos realizando para traer a Gipuzkoa a Amal y sus cinco hijos, que además de la guerra huyen también de una situación de malos tratos.