Markel Olano. El futuro del nacionalismo vasco.

Noticias de Gipuzkoa publica hoy un interesante artículo del Diputado General de Gipuzkoa. Comparto en su integridad la reflexión que realiza y el trabajo que a futuro todos los abertzales tenemos que realizar. Dice así.

» Hoy se cumplen 114 años desde que se creó EAJ-PNV. A lo largo de su historia nuestro partido ha experimentado diferentes vicisitudes. El tiempo político que nos toca vivir hoy tiene unas características muy marcadas. Los partidos constitucionalistas se han planteado como objetivo estratégico desalojar al nacionalismo vasco de las instituciones, debido, fundamentalmente, a que no aceptan que el nacionalismo vasco lidere democráticamente una apuesta por el derecho a decidir.
Con el objetivo de estatalizar la voluntad política de la ciudadanía vasca se está produciendo la socialización de un nuevo relato político en el que se identifica al nacionalismo histórico con el pasado y con la división. Los partidos constitucionalistas pretenden culminar esta operación en las elecciones municipales y forales. De nuestra capacidad de reacción depende que este proceso continúe o que el nacionalismo vasco recupere su fortaleza.
El desalojo del lehendakari Juan Jose Ibarretxe constituye una reacción a la propuesta de una nueva relación entre Euskadi y España basada en el derecho a decidir; pero su materialización es producto de dos factores: en primer lugar, debido a la ilegalización de la izquierda abertzale y, en segundo lugar, gracias al debilitamiento del espacio electoral del nacionalismo vasco.
¿A qué obedece esta falta de motivación del espacio nacionalista? Desde mi punto de vista, se debe a tres factores: al daño que ha provocado ETA, a la división que se ha producido en el seno del nacionalismo y al bloqueo institucional que se produce por la falta de voluntad política del Estado para afrontar de raíz la cuestión vasca. A estos tres factores habría que añadir un factor neutro que está condicionando de manera importante la estrategia nacionalista: las transformaciones sociales que se están produciendo en la cultura política de la sociedad vasca.
En primer lugar, la violencia de ETA ha generado dolor irreparable y sufrimiento a las víctimas y al conjunto de la sociedad; pero además, ha obstaculizado de manera determinante un debate sobre la definición y desarrollo estratégico sobre nuestro futuro como pueblo; la violencia de ETA se ha constituido en un factor de división y de distorsión en el movimiento nacionalista y ha facilitado una dinámica de erosión por parte del Estado en contra del nacionalismo vasco. La necesaria construcción de un ámbito estratégico de actuación del espacio nacionalista requiere un blindaje ético, pues el nacionalismo vasco sólo avanzará a través de un código ético incuestionable y exigente. Es la hora de la política; es la hora de hacer frente a ETA, porque la efectividad de la estrategia del derecho a decidir pasa por una apuesta ética clara e inequívoca.
En segundo lugar, tras el incumplimiento estatutario, la estrategia adoptada por el nacionalismo histórico para abordar un nuevo acuerdo sobre estos temas claves se ha encontrado con una negación sistemática por parte del Estado; una negación injusta que resta valor democrático a nuestro sistema de convivencia. Pero no nos podemos paralizar ante esta actitud; en este momento, es imprescindible preguntarse sobre las condiciones sociales y políticas en las cuales podemos avanzar.
Es cierto que asistimos a una cierta desorientación estratégica pero es hora de reiniciar el vuelo. Es hora de construir y configurar un espacio social y político amplio a favor del derecho a decidir de nuestro país; un proyecto justo, positivo y de futuro.
El nacionalismo vasco debe impulsar y llevar a cabo una acción política coherente que esté inspirada en este principio democrático por el cual las decisiones de la ciudadanía vasca obligan a las diferentes partes a negociar y a dar una solución a la demanda planteada. En este momento histórico, el reto es ampliar y fortalecer socialmente ese espacio. Para ello, es necesario marcarse como objetivo prioritario fortalecer el principio del derecho a decidir en la sociedad civil, en la sociedad organizada y en el conjunto del sistema institucional; este fortalecimiento es la base para poder aspirar en los próximos años, en condiciones realistas, al reconocimiento de este derecho del pueblo vasco. Es necesario que la voluntad política del pueblo vasco en torno a esta aspiración se constituya en una corriente dinámica capaz de transformar y condicionar la actual correlación de fuerzas entre las instituciones vascas y las estatales.
Se ha discutido mucho en los últimos tiempos sobre la relación que el nacionalismo vasco debe mantener con el constitucionalismo español. Creo que es necesario establecer sistemas de colaboración; pero cualquier sistema de colaboración exige el respeto y la aceptación de un escenario de igualdad de condiciones para todas las partes que buscan la cooperación. Es necesario que en las diversas políticas públicas que gestionamos las instituciones, de la mano de un liderazgo compartido, lleguemos a acuerdos de colaboración por el bien de la ciudadanía. Esta colaboración exige respeto y lealtad mutua. Cuando pasamos de las políticas públicas a hablar de un gran acuerdo de país, difícilmente se podrá producir un acuerdo de calado si lo que se pretende es la subordinación de Euskadi a España; el acuerdo sólo es posible sobre el reconocimiento mutuo y el respeto al derecho a decidir de cada una de las partes. Es absolutamente necesario retomar esta línea de trabajo.
En tercer lugar, la fragmentación política en el seno del nacionalismo vasco y su incapacidad para compartir unas bases han impedido asentar con determinación los mínimos sobre los cuales ha de edificarse cualquier proceso de construcción nacional. Después de 30 años, seguimos enfrentados y con muy poca capacidad para generar espacios compartidos de desarrollo, con el objetivo de avanzar en un proyecto nacional. La división en el seno del nacionalismo es uno de los factores que más debilita una estrategia nacional vasca.
Es hora de que el nacionalismo vasco sea capaz de generar un gran espacio de trabajo en común entre los actores políticos y sociales que aspiramos al derecho a decidir de forma pacífica y democrática. Para que el nacionalismo vasco pueda avanzar en la institucionalización de este derecho, es necesario que el conjunto de los actores podamos compartir unas bases sobre los elementos centrales que vertebran la construcción del país. Los nacionalistas tenemos que establecer nuevas redes de cooperación y colaboración, más allá de las relaciones entre partidos políticos en los distintos ámbitos de la sociedad. La materialización de cualquier acuerdo en la mencionada dirección exige una fortaleza del conjunto de la sociedad. No es hora de recorridos particulares sino de un trabajo compartido.
La sociedad vasca está sufriendo importantes transformaciones en su cultura política. La relación de la ciudadanía respecto a la política presenta vínculos cada vez más débiles y esta realidad está transformando la identidad política y cultural de la ciudadanía vasca. Las actuales condiciones sociales de la política obligan al nacionalismo vasco a abordar un proceso de modernización y de actualización estratégica para fortalecer su posición. Para ello debe ofrecer, a una sociedad vasca cada vez más individualizada, un proyecto de comunidad atractivo y moderno encaminado a desarrollar un espacio de pertenencia que nos dé seguridad y libertad y que nos permita desarrollar nuestra identidad individual y colectiva. Para ello, también hemos de ampliar el espacio de los partidos políticos y debemos profundizar en su trabajo en nuevos ámbitos: organizaciones sociales, económicas, redes sociales que tejen nuestra vida cotidiana, etc.
La estrategia por el derecho a decidir debe conectar con las aspiraciones, valores y formas de trabajar de los sectores sociales más dinámicos y, en especial, de los jóvenes. Es fundamental adecuarse a un contexto complejo y variable. Ampliar nuestra capacidad de comunicación con la sociedad significa renovar nuestro lenguaje y significa ajustar nuestras frecuencias de emisión y de recepción. Pero el proceso de modernización sólo se puede llevar a cabo desde la solidez de los principios y la coherencia del proyecto. Es hora de afrontar este gran desafío con convicción, ilusión y con la colaboración de todos.»

Diputado General de Gipuzkoa.

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