El legado del «cambio»

Patxi Lopez fue portada de la revista Vanity Fair.

Han pasado más de tres años y unos meses desde la investidura de Patxi López. Lo que PSOE y PP vendieron como un signo de “normalidad democrática” fue en realidad una maniobra para dejar fuera de juego al Lehendakari Ibarretxe, el candidato más votado de largo. La defensa que éste hizo del derecho a decidir del pueblo vasco, expresión que curiosamente ahora ha hecho suya la izquierda abertzale, no era plato del gusto de los partidos estatalistas, que con el eufemísticamente bautizado como “Acuerdo de bases para el cambio democratico”, y con un Parlamento trampeado gracias ala Leyde Partidos, cumplieron su único objetivo: desalojar a Ibarretxe de Ajuria Enea y hurtar el debate sobre la configuración de Euskadi como sujeto de decisión.

Poco tenía de novedoso la intentona. Respondía a la misma lógica que unió a Mayor Oreja y Redondo Terreros en 2001, previo acuerdo entre Zapatero y Aznar. La lógica de un partido socialista que, muy por encima de obrero, es español y defensor de la unidad indisoluble de la patria. La investidura de Patxi López fue toda una declaración de intenciones en ese sentido, al convertirse en el primer Lehendakari de la historia que invitó a la armada española, la guardia civil y la policía nacional al acto bajo el Árbol de Gernika, símbolo de las libertades del pueblo vasco.

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