La sucesión de eventos, homenajes y celebraciones que suele darse en la escena pública, y especialmente en la política, puede darnos la sensación de que todos los actos son iguales. Y no es así, ni mucho menos. Hace unos días realizamos, un año más, un homenaje a Joxe Mari Korta, asesinado por ETA hace quince años. Un triste aniversario que venía celebrándose anualmente, pero que en esta ocasión contaba con una novedad significativa: la asistencia, por primera vez, de representantes de todos los partidos políticos de los Ayuntamientos de Zestoa y Zumaia.
Recuerdo como si fuera ayer el Pleno de hace quince años, en el que el Ayuntamiento de Zestoa gobernado por la izquierda abertzale se negó a condenar el asesinato de Korta. En aquel momento, como miembro del GBB, uno de nuestros cometidos era el de arropar, ayudar y orientar a los concejales y alcaldes cuando se daba una de estas macabras acciones, por aquel entonces desgraciadamente habituales, y ayudarles a gestionar las emociones y la organización de manifestaciones y actos de repulsa.
Me tocó estar en aquel Pleno personalmente, y tengo muy viva la imagen de la mesa central del salón de plenos de Zestoa, con los familiares de Korta presentes, y de cómo el Ayuntamiento fue incapaz de condenar el asesinato a sangre fría de un vecino. Era imposible no ponerse en la piel de los familiares y amigos y no hacer suyo el sentimiento de desgarro por el que estaba pasando.
La asistencia, quince años después, del nuevo alcalde de Zestoa al homenaje a Joxe Mari Korta es una buena noticia porque salda una deuda pendiente demasiado tiempo atrás. Pero está claro también que queda mucho por hacer en lo que se refiere a la memoria, la lectura de la violencia, y el reconocimiento del daño causado.