La sociedad guipuzcoana no podía imaginar ni en sus peores pesadillas que la gestión de los nuevos rectores de la Diputación Foral de Gipuzkoa y la de muchos alcaldes del Territorio pudiera llegar a estos extremos. Desde que accedió al cargo, Bildu se ha dedicado a paralizar trabajos ya iniciados, a repensar los proyectos estratégicos consensuados y a mentir utilizando para ello datos e informes manipulados. La sociedad guipuzcoana asiste atónita a este nuevo escenario en el que los nuevos gestores públicos se limitan a difamar, sin presentar proyecto político ni de gestión alternativa a la liderada hasta ahora por el PNV.
La anterior Diputación se caracterizó por liderar una nueva cultura política basada en la participación e implicación de todo tipo de agentes, asociaciones y de personas que durante años han dado lo mejor de sí. Una gestión acorde con la pluralidad y la complejidad político-social del Territorio. A Bildu le sobra arrogancia y le falta humildad para reconocer que la inversión en infraestructuras, la apuesta por el gasto social que se incrementó en casi un 60% a lo largo de la legislatura y los planes anticrisis puestos en marcha en su día por Markel Olano han sido acertados y valorados muy positivamente también por el Comité de las Regiones de la Unión Europea, que puso a Gipuzkoa como ejemplo.