Interesante artículo.

Hoy el Diario Vasco publica un artículo de opinión muy interesante de los profesores de la EHU-UPV: Pedro Ibarra, José manuel Castells, Joxeramon Bengoetxea y Jon Gurutz Olaskoaga. Recomiendo su lectura.
Normalidad.
Escribíamos sobre como cuadraba muy poco con la realidad, el discurso del nuevo gobierno acerca del advenimiento de un cambio histórico. Afirmábamos que el programa suscrito por el PSE y el PP no difería en lo sustancial con lo que estaba haciendo -aunque no probablemente con lo que le hubiese gustado hacer- el viejo gobierno. En asuntos centrales tales como prácticas políticas democráticas, orden público, políticas educativas lingüísticas y sus correspondientes consecuencias identitarias, infraestructuras, políticas económicas, el nuevo gobierno y su socio decían que iban a hacer, y de hecho están haciendo, prácticamente lo mismo que el viejo. Ciertamente se han producido algunos ajustes simbólicos Hmapas del tiempo, fotos de presos, banderas, etcétera- pero también es evidente que estas medidas ni siquiera van a cambiar las conductas, actitudes y creencias de sus destinatarios.
El nuevo gobierno, lo que tiene más claro respecto a los cambios es que va a impedir los cambios deseados, y en algún caso hasta programados, por el viejo gobierno. Su política se define así, en principio, como una política conservadora. Lo cual no supone ningún deshonor, pero desde luego sí supone que nada tiene que ver con el cambio histórico como sostienen especialmente sus animadores mediáticos. Lo que sí ha pretendido cambiar, y lo ha logrado, es la filiación política de los gobernantes. Pudiera ser que la alternancia sea algo deseable, pero lo que es seguro es que la alternancia por sí sola no genera, como en nuestro caso, cambios relevantes en la políticas públicas.
Desactivado, por su confrontación con la realidad, el discurso sobre el Gran Cambio, aparece ahora un nuevo mensaje. La normalidad. El discurso es mas o menos el siguiente. Este Gobierno va instaurar la normalidad. Con ello la sensación -la emoción- que se quiere transmitir a los ciudadanos es que tras un época plagada de sobresaltos, y aun de espantos, ahora pasaremos a tiempos de sosiego en los que el gobierno hará cosas sencillas, cosas normales, para que nosotros podamos llevar un vida también normal, dedicados, sin preocupación alguna, a sacar adelante nuestros afanes e intereses cotidianos. Pues qué bien.
La idea no es del todo mala porque refuerza nuestra necesidad de tranquilidad. En tiempos anteriores muchos fueron los convencidos de que, por culpa de los políticos gobernantes, vivían en un estado de permanente sobresalto. Por lo que será bienvenido un discurso que propone el fin de su zozobra.
El problema es que racionalmente no se sostiene. Paréntesis. Sabemos que la práctica política y el discurso racional rara vez encajan, pero nos da la gana de juzgar la política bajo el prisma de racionalidad. Raros que somos. No se sostiene por que la comparación entre vieja anormalidad traumática y nueva normalidad balsámica, no se asienta sobre la realidad sino sobre otro discurso. No es que por sí mismos lo cambios deseados por el viejo gobierno llevasen inevitablemente a un escenario de angustia colectiva. Nada más lejos de la realidad. ¿Se puede defender en serio que la propuesta del gobierno anterior de nuevo Pacto con el Estado y consulta posterior, eran objetivamente generadores de desasosiego? Lo que ocurrió es que, mediante un despliegue mediático espectacular, amplios sectores de la población fueron convencidos de que debían vivir esa propuesta con profundo temor.
Tampoco se sostiene desde el propio discurso dominante del nuevo gobierno. Si hablan de grandes cambios no pueden al mismo tiempo hablar de normalidad. Lo normal es dejar las cosas como están. Si se proponen como un gobierno de izquierdas deberían exigir más anormalidad. Lo normal es -insistimos- lo que hay. Y no nos podemos creer que al nuevo gobierno le guste lo que hay.
no se sostiene por que, como ya se deduce de lo dicho, el debate entre normalidad y anormalidad, diseccionado racionalmente conduce al estricto vacío. Al absurdo. Los que estaban de acuerdo con algunas propuestas del viejo gobierno ¿eran una cuadrilla de anormales? Los votantes de izquierda del nuevo gobierno que quieren que este haga una política social transformadora ¿son también anormales por exigir cambios sustanciales? ¿Son normales los gobiernos que promueven el que el personal no se preocupe de los grandes retos de la gestión pública? ¿Son más normales que aquellos que introducen en el espacio publico cuestiones de alto significado político? Preguntas de imposible contestación porque se basen en un concepto absurdo y… perfectamente inútil para definir y valorar la acción política.
Sería de desear que el nuevo gobierno abandonase la retórica vacía -Gran Cambio, Normalidad- e hiciese un discurso basado en propuestas concretas. Entendemos que la mayor parte del personal que le votó fue porque, sin más consideraciones de contenido, quería otro partido en el gobierno. Además muchos ciudadanos, habían sido convencidos de que el nuevo gobierno haría grandes cambios en grandes, y difusamente definidos, asuntos como la democracia, el fin del terrorismo, el fin de nacionalismo gobernante excluyente. Pero la realidad no parece conducir a estos grandes cambios. No hay una nueva operativa propuesta democrática operativa. No hay una nueva política avocada indefectiblemente al fin del terrorismo. No hay final del nacionalismo vasco con poder y práctica excluyente, porque este nacionalismo, sin más, previamente no existía. Del programa conjunto PSE/PP el único cambio claro y contundente que aparece es que ahora van a gobernar ellos.
Ya no es tiempo de campaña electoral en el que podía tener sentido esa retórica. Debería el nuevo gobierno pasar ya a definir porqué determinadas políticas son mejores, y además definir y proponer las categorías de mejor/peor. Lo cual exige especificar, y concretar, y justificar por que ciertos valores, intereses e identidades merecen más protección que otros, y no asentar la acción política en vaciedades. Así por ejemplo deberían explicarnos porque es mejor hacer una política social y laboral avanzada y qué es lo que se va hacer al respecto. O por que es mejor – y en qué demonios es mejor- mantener el actual nivel de autogobierno y ni siquiera proponer una reforma estatutaria. O porqué determinadas políticas simbólicas son lo mejor para acabar con la violencia de ETA (ojo: acabar con ETA es algo muy distinto a cabrear a los que apoyan a ETA). Y así sucesivamente. Porque, de verdad, seguir con el discurso del Gran Cambio y la Gran Normalidad, no es que sea irracional. Es que ya no se lo cree nadie.

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