Bildu pierde la calle

Artículo de opinión. Diario Vasco. 2012-05-19
 

Decía Winston Churchill que fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema. La frase me ha recordado a la actitud de Bildu con su permanente obsesión con el puerta a puerta. A estas alturas es evidente que Bildu ha hecho bandera política de esta cuestión, con consecuencias muy graves: en lugar de cumplir su deber y poner Diputación, mancomunidades y ayuntamientos al servicio de la ciudadanía, somete a ésta al dictado de dichas instituciones, o más concretamente, al servicio de los postulados ideológicos de Bildu, que es quien gobierna. Y es que, lamentablemente, Bildu ha hecho de la recogida de basuras una cuestión de disputa ideológica.

Han pasado unos meses desde que el partido de Garitano anunciara su intención de imponer el puerta a puerta en 34 municipios de Gipuzkoa mediante una rueda de prensa, en lo que constituyó una falta de respeto flagrante hacia dichos Ayuntamientos, sus representantes públicos, y sobre todo a la ciudadanía. En Zarautz, que es uno de esos 34 municipios, desde la oposición hemos presentado más de una moción reclamando que sea la ciudadanía la que tenga la última palabra sobre la puesta en marcha del puerta a puerta a través de una consulta, y Bildu siempre ha votado en contra.

Resulta esclarecedor que quien abogaba en su momento por poner en marcha procesos de participación para todo, ni siquiera guarde las mínimas formas en la toma de decisiones. Poco tiempo ha necesitado Bildu para atrincherarse en los despachos, aplicar el rodillo de la mayoría alentado por sus resultados electorales y dejar claro que su modelo participativo es el de ‘zero kontsulta’.

Sin embargo, gobernar a espaldas de la ciudadanía, además de políticamente y éticamente reprobable, es hambre para hoy. Los proyectos que van en contra de la opinión mayoritaria suelen acabar mal, al punto de que en Zarautz, una plataforma ciudadana ha conseguido en poco más de un mes más de 8.000 firmas exigiendo una consulta, sobre un censo de 17.300 votantes. Casi más del doble de los votos conseguidos por Bildu en las pasadas elecciones y con firmas de personas afines a Bildu decepcionadas con su actitud, trabajo y estilo de hacer política.

Lo ocurrido en Zarautz demuestra a escala municipal lo que ya se venía advirtiendo a nivel de Gi- puzkoa: que Bildu está perdiendo la conexión con la calle y que somete las instituciones a su interés. Traslada la responsabilidad de la planificación de los residuos a las instituciones que controla con mayoría absoluta como mancomunidades o Consorcio, usurpando el papel de las Juntas Generales, que emanan de la soberanía de la ciudadanía de Gipuzkoa. Ignora y destruye los acuerdos adoptados por mayoría entre distintas formaciones políticas en Juntas, creando un problema donde había una solución y colocándonos al borde del colapso.

Bildu no cree en la participación. Prefiere imponer, obligar y forzar. Pretende implantar casi de un día para otro un sistema que exige a la ciudadanía un cambio radical de hábitos de compra, alimentación, separación de los tipos de residuos, almacenaje y depósito de los mismos en días y horas predeterminados diferentes de los actuales. Continuamente se refiere al ejemplo catalán, olvidando que los promotores del puerta a puerta en dicha tierra siempre han dejado claro que la puesta en marcha de este sistema exige mucho más que una campaña publicitaria de unas semanas: debe partir de un consenso político y social, y la participación e implicación ciudadanas. Justo lo contrario de lo que ha hecho Bildu.

Los índices de reciclaje han mejorado notablemente los últimos años, y lo seguirán haciendo si se incide en la pedagogía y se trabaja con la gente, concienciando y sensibilizando, no imponiendo y penalizando. Sin embargo, la izquierda abertzale no demuestra confianza alguna en la ciudadanía y en el compromiso de las personas. En lugar de un proceso progresivo y gradual, opta por las sanciones, las multas y la fiscalización permanente. Nada de convencer para vencer. Es la herencia de una cultura política, la de la izquierda abertzale, basada en el gregarismo, la aceptación acrítica de las consignas imperantes y la incapacidad de aceptar que haya quien discrepe de sus postulados.

Esa alergia al debate, y su miedo a que la ciudadanía se mueva, quedan de manifiesto también en el recién constituido Consejo Asesor de los residuos, donde la Diputación ha excluido a asociaciones de vecinos muy interesadas en el tema por otro tipo de plataformas cuya opinión ya conocemos todos. Un órgano cuya composición, realizada a golpe de decretazo, permite anticipar el resultado de las votaciones. Desvirtúan así la filosofía participativa del Consejo, cuyo único objetivo va a ser el de justificar decisiones que ya se están tomando sin debate. Ellos se lo guisan y ellos se lo comen.

Todo este sinsentido forma parte de una estrategia errática que no afronta la problemática de la gestión de los residuos desde una perspectiva integral. No encaran el problema en su integridad y plantean un mero sistema de recogida como la panacea, generando una situación insostenible. Pero claro, ese es otro tema, y Bildu deberá afrontarlo antes del 30 de junio.

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