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Madrilen gobernua osatzeko elkarrizketen -edo, hobe esanda, elkarrizketarik ezaren- inguruan iritzi artikulua idatzi dut gaur ‘El Diario Vasco’ egunkarian. Hemen duzue testua:

La ciudadanía vasca asiste atónita al proceso de formación de  gobierno en Madrid. Desde Euskadi, donde existe, pese a las discrepancias, una tradición política basada en el entendimiento y los acuerdos entre diferentes,  se observa con extrañeza la escasa voluntad de los principales partidos políticos en España, empecinados en el no en sus declaraciones, en las líneas rojas y el inmovilismo, en un tacticismo llevado al extremo que supedita el interés general a los intereses y pugnas partidistas. Todo ello en detrimento del sentido de la responsabilidad que obliga a abordar con seriedad, autoexigencia y rigor el inicio de una nueva legislatura.

La realidad es tozuda y no se puede esquivar. Es momento de que cada cual se retrate y asuma sus responsabilidades. El PP necesita el apoyo del PSOE para desbloquear la situación y evitar una hipotética y nada deseable tercera repetición de las elecciones. Los socialistas deben hacer de la necesidad virtud. Creo que, en esta situación, deben abordar de una vez por todas las reformas de calado que demanda la sociedad, sin descartar que estos cambios se recojan en la Constitución.

Es hora de que los dos partidos mayoritarios en el estado reconozcan de forma efectiva la plurinacionalidad del estado español, y asuman que estas realidades nacionales tienen unos derechos y unas competencias que, no solo no se desarrollan ni se ponen en valor, sino que son atacadas, socavadas y cuestionadas de forma permanente. La mayoría absoluta de Rajoy ha traído consigo un retroceso en el autogobierno reflejado en su larga lista de decretazos, así como en el uso sistemático de la maquinaria judicial e institucional, configurando un marco de relación entre el estado español y las realidades nacionales absolutamente tóxico e impositivo. Los recursos contra la Ley Municipal y la Ley de Drogodependencias aprobadas por el Parlamento Vasco son el ejemplo más reciente.

PP y PSOE deben garantizar un modelo institucional basado en el respeto las naciones, que descanse a su vez en el respeto a su voluntad mayoritaria expresada democráticamente, y que recoja la posibilidad de una consulta democrática, dando así respuesta a las demandas de la sociedad vasca y la catalana. Éstas deben poder decidir qué relación quieren con España, sin cortapisas ni vetos. El referéndum realizado en Escocia demostró que es posible hacerlo, sin traumas, con una naturalidad, un pragmatismo y un sentido de la responsabilidad de los que los gobernantes españoles deberían tomar buena nota.

Este derecho podría hacerse hecho efectivo en el marco constitucional vigente a través de la vía que toma como punto de partida la profundización de los derechos históricos de la Adicional Primera. Una fórmula ignorada por la falta de voluntad política existente en los poderes del estado en lo relativo al respeto al autogobierno vasco. La misma falta de voluntad que ha hecho del estado de las autonomías un modelo caduco y agotado.  

A estas alturas no se trata ya de negociar si se traslada ésta o aquella competencia –todas deberían haber sido ya transferidas por ley-, o de si se invierte más o menos en determinada infraestructura. PP y PSOE tienen entre manos un reto que va mucho más allá. Lo que parece un escenario de gobernabilidad envenenado puede ser una ocasión de oro para abordar la tan necesitada profundización y regeneración democrática de España, que tiene muchas cuestiones pendientes desde la Transición. Debe dar lugar a un nuevo modelo de gobernanza en el que no sea posible imponer a Euskadi leyes como la LOMCE, o vulnerar su autonomía fiscal. Y a un estado que adopte medidas efectivas para hacer frente a la corrupción o la evasión de impuestos.

Pedro Sánchez tiene dos opciones: exigir al PP que cumpla con la legalidad vigente, con todo el desarrollo de su potencialidad en lo relativo al respeto a las naciones. O mejor aún, utilizar su posición para poner sobre la mesa una reforma de la Constitución que ya ha reclamado en más de una ocasión y que, entre muchas otras cuestiones, contemple la actualización del autogobierno de Euskadi en un marco europeo e internacional, dando así respuesta a los retos del siglo XXI. Un autogobierno que no es ni un privilegio ni una concesión, sino una herramienta para defender mejor los intereses de la ciudadanía vasca y construir una Euskadi más competitiva, justa y moderna.

Agenda vasca

De cara al proceso de formación del futuro Gobierno español, Euskadi, y también Gipuzkoa, tienen una agenda que debe ser respetada, basada en tres ejes: salida de la crisis, paz y convivencia y nuevo estatus. A corto plazo y, por enumerar algunas cuestiones de urgencia, está el blindaje del Cupo y del Concierto, que vienen siendo cuestionados de forma sistemática con un discurso demagogo y oportunista. Está la cuestión de la Ley de Dependencia, que Gipuzkoa cubre a rajatabla, tal y como acredita el informe sobre Servicios Sociales hecho público recientemente por el Gobierno Vasco, mientras que Madrid incumple sus deberes.

Esperamos también que el nuevo gobierno flexibilice su posición en relación con la posibilidad de realizar Ofertas Públicas de Empleo, tan necesarias para garantizar el futuro de la Diputación. Que tenga en cuenta también la necesidad de una política industrial activa que permita mantener la competitividad de nuestras empresas. Que cese en los ataques a la capacidad de decisión de las Juntas Generales de Gipuzkoa  -no hay más que recordar el recurso de Carlos Urquijo contra la subvención otorgada a Gure Esku Dago-. Y que ponga en marcha una nueva política penitenciaria que contribuya a ahondar en la paz, la convivencia y la normalización política.

Los representantes institucionales y políticos vascos vamos a exigir un cambio de 180 grados en la relación Madrid-Euskadi. Posponer más estas reformas, o limitarse a realizar modificaciones cosméticas –el ya conocido cambiar para que nada cambie-, supondría una oportunidad perdida que no haría sino enquistar los problemas de siempre, azuzar el fantasma del populismo, y generar frustración, incomprensión y enfrentamiento.

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